hay muchos cumpleaños que hoy recuerdo. una fiesta de quince cuando en la reja de la casa vieja habían como veinte personas y a ninguna la conocía. los diecinueve, en estricto terciopelo, bailando morrissey junto a mi edu en el living de verdi. los veintidós, perdida en playas blancas junto a giancarlo, en la arena, en el patio de una casa abandonada, despliegue de besos, una mirada a la luz de la luna, su empuje en la madera rota. los veinticinco, embobada con unas flores preciosas que llegaron de regalo, mirándolas, sorprendida de mi propia indiferencia, mientras esperaba que otro me llamara. los veintisiete: el celo, una rabieta, la pérdida de la compostura; y twin peaks estrellándose en el espejo del ascensor. dormí sola esa noche. siempre debí haberlo hecho.
anoche dormí sola, sin saber cómo sería despertar en mi primer cumpleaños sola. sola. sin nadie que entre a la pieza a dar un beso, sin una pierna que abrazar. soñé toda la noche con una fiesta, unos vasos, mi padre, mi familia. imposible reconstituir el sueño. pero estaba nublado, era gris, como el cielo de arequipa; sí, era como estar en arequipa. qué difícil levantarse hoy, pero de un momento a otro lo hice: abrí las ventanas, había sol, aún lo hay. despejado completamente. qué belleza de mañana en el centro. una silueta misteriosa venteaba una sábana en las ventanas de en frente; unos hombres limpiaban canaletas. respirar fue como cuando respiré al regresar de bogotá, el mismo frío, el mismo pálido sol. tendrá que ser así entonces: la misma brillantez, el mismo despejo, la misma frialdad.
hoy es mi cumpleaños y no tengo nada que regalarme. sólo el recuento de una vida bella y triste, a ratos saturada por la desidia, el espanto y el hastío. o a ratos voluble, frágil y honesta, como cuando estoy entre los que quiero, entre los que me acompañan hoy.
