ya verán cuando esto se me pase, dice la perla mientras se arregla en secreto, en un ritual repetido, malvado, interno. o en todas esas pajas que se pega a solas, porque lo sabe, porque ya lo descubrió.
la suelta consiguió lo que quería. el desprecio del eunuco, del lacio, desapareció para dar entrada a lo que se venía de hace tiempo. entonces conoció la belleza. conoció lo que le había negado el tiempo de la catarsis. la perla se calló. la suelta se acomodó en un espacio de la cama naranja, redondo y ágil. amaneció y había luz. tan simple como eso. pura luz. la suelta sonrió y no había desprecio a cambio. la suelta sintió. destellos verdes. pestañas negras. la perla se escondió. enmudeció. y entonces, hoy, la suelta apuesta a las combinaciones de lo placentero, esta vez sin maldad.
me dirá el rey cuando le diga que me lleve, que me pesque, que me deje, que no importa. se dice la suelta cuando lo mira y lo mira. y la frialdad de su atractivo le resulta interminable, como si nunca fuera a acabar. y admira eso; eso y la tozudez de su belleza.
como si otra vez comenzara la estación en la que él regresa, pensó la suelta. y no entendía porqué se le apareció de pronto él, el centauro. el que se comía todo lo que se movía, todo lo que respiraba; y que tanto le gustaba venirse, joder, hostigar en septiembre.
The sun shines high above The sounds of laughter The birds swoop down upon The crosses of old grey churches
We say that we're in love While secretly wishing for rain Sipping coke and playing games