la suelta consiguió lo que quería. el desprecio del eunuco, del lacio, desapareció para dar entrada a lo que se venía de hace tiempo. entonces conoció la belleza. conoció lo que le había negado el tiempo de la catarsis. la perla se calló. la suelta se acomodó en un espacio de la cama naranja, redondo y ágil. amaneció y había luz. tan simple como eso. pura luz. la suelta sonrió y no había desprecio a cambio. la suelta sintió. destellos verdes. pestañas negras. la perla se escondió. enmudeció. y entonces, hoy, la suelta apuesta a las combinaciones de lo placentero, esta vez sin maldad.
domingo, 16 de septiembre de 2007
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