jueves, 7 de febrero de 2008

tensada


y la suelta pensó que venirse era la mejor forma de expulsar a la perla, mientras el joyero las manipula a ambas como si fueran pedazos regios de su sensualidad alzada, de sus ojos, su canto al oído melindroso, su penetración. y es así como ambas se relamen pensando en los destellos verdes; a lo lejos unas óperas rechinan aturdidas, repletas de miel, repletas de trastes dislocados por las maneras en que tiran, en que se aplastan y mesan los cabellos o las crines, revueltas, desmayadas, irregulares, ajenas. y se les ocurre que así se debe agarrar, así se debe sentir cuando desean, cuando coagulan, cuando sangran por los labios, por las hendiduras, por la tirantez de la muesca opaca, magna, violácea, por su tirantez.

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